domingo, 4 de enero de 2015

Vivamos la VIDA BUENA

Incorporados en Él, los hombres llegan a ser realmente hijos de Dios. Este pasaje estupendo se produce en nosotros con el Bautismo, que nos injerta como miembros vivos en Cristo y nos inserta en su Iglesia.

Al inicio de un nuevo año nos hace bien recordar el día de nuestro Bautismo: redescubramos el regalo recibido en aquel Sacramento que nos ha regenerado a la vida nueva: la vida divina. Y esto a través de la Madre Iglesia, que tiene como modelo a la Madre María. Gracias al Bautismo hemos sido introducidos en la comunión con Dios y ya no estamos a merced del mal y del pecado, sino que recibimos el amor, la ternura, la misericordia del Padre celestial.

Les pregunto nuevamente: ¿Quién de ustedes recuerda el día en que ha sido bautizado, recuerda la fecha de su bautismo? ¿Quién de ustedes la recuerda? Levanten la mano. ¡Ah hay muchos, pero no tantos eh! Para quienes no la recuerdan les daré una tarea para hacer en casa. Buscar esa fecha y custodiarla bien en el corazón. También pueden pedir ayuda a sus padres, a su padrino, a su madrina, a los tíos, a los abuelos… Pero, ¿cuál fue el día en que yo he sido bautizado? Ese es un día de fiesta. Hagan eso. Será muy bello para agradecer a Dios el don del Bautismo.

Esta cercanía de Dios a nuestra existencia nos da la verdadera paz, la paz, el don divino que queremos implorar especialmente hoy, Jornada Mundial de la Paz. Yo leo ahí: “La paz es siempre posible”. ¡Siempre es posible la paz! Debemos buscarla. Y allá: “La oración en la raíz de la paz”. La oración es precisamente la raíz de la paz. La paz es siempre posible. Y nuestra oración, está en la raíz de la paz. La oración hace germinar la paz.

Hoy, Jornada Mundial de la Paz, “Ya no esclavos, sino hermanos”: he aquí el Mensaje de esta Jornada. Porque las guerras nos hacen esclavos.

(Extracto de la alocución que el Papa Francisco realuzó el 1 de Enero antes del Ángelus)