domingo, 1 de marzo de 2015

Queridas familias, en la mañana de la Segunda Semana de Cuaresma, recemos toda la familia...



Hoy, Señor, al comenzar este nuevo día te ofrezco todo lo que soy y lo que tengo.  Te ofrezco las pequeñas cosas que suelo hacer cada día: el esfuerzo que supone levantarse,  la rutina de vestirse, desayunar e ir al colegio, la monotonía de las clases y la satisfacción de estar con mis amigos.
Te presento el tiempo de estudio y el descanso, la relación con mis padres  y el sacrificio de colaborar en las cosas de casa.
Gracias, Señor, porque todo, aún lo más ordinario y cotidiano,  es una oportunidad que me das para vivir intensamente, poniendo amor en todo lo que hago.
Que al final del día, sienta la cercanía de tu presencia y la satisfacción de saber que en este día he hecho lo que a ti te agrada.